Cuando las luces se apagan.

He tenido pensamientos en los que me lanzo a una piscina, sumergiéndome al agua sin poder nadar, sin saber flotar. Veo mi cuerpo desnudo dentro del agua, sin alguna salida y sin manera ni deseos de pedir ayuda. No lucho para sobrevivir. Solo me quedo ahí: dentro del agua con los ojos cerrados y el cuerpo sin mover. Es como si me ahogara por decisión propia. ¿Sera esto una espejismo de mi vida, día tras día, últimamente?

Al dormir me ha corrido por la cabeza la imagen de mi cuerpo cubierto en pintura blanca, cayendo desde cierta altura a un piso que también se encuentra cubierto en la misma pintura blanca. Considero símbolos atados a la paz.

El agua da vida; el color blanco alude a la pureza. No proclamo ser santa. Entiendo que el tema de la pureza es lo que mi alma y mente buscan desesperadamente: tranquilidad, serenidad, y un nuevo comienzo. Sumergirme en agua es purgarme de la negatividad y de aquel estrés tan persistente. Caer desde muy alto es tocar fondo y soltar el miedo.

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